viernes, 9 de noviembre de 2012

La belleza de la vida.

Construyó una vez, el artista, la imagen de una belleza, era tal la suya, que se enamoró de ella. La contemplaba, llenábala de besos, abrazos y caricias y cuando lejos estaba, cerrando los ojos la recordaba. Un grupo de gente reparó en ello. Loco debe estar entre sí decían. ¿Cómo enamorarse puede de una escultura? Arturo, los miraba y se sonreía. Ya quisieran sentir lo que yo siento. Ella tiene vida, se conmueve con mis afectos, porque mil podrán tocarla pero sabe bien que nadie podrá hacerlo, tal como yo lo he hecho. Yo he llegado al corazón, cualquiera otro …. solo al frío yeso. Tal amor sentía por su excelsa escultura, que empezaba a abandonarse. No comía, no dormía, cual zombi en las calles andaba. Regresaba raudo a casa a contemplar y abrasarla. “Eres bella, y te adoro más que a mi propia vida. ¿Cómo pudieras mirarme?” Acurrucada a sus brazos le decía. Y así junto a ella, todas las noches se adormilaba. Era tal su ternura, que un día, se deslizó una lágrima. Y cómo es la vida que cayó sobre los ojos de la Escultura….. Y le abrió los ojos, sus hermosos ojos. Grandes, pardos, profundos, como los de una diosa. Toda su alma se concentraba en ellos. “¿Quién es este hombre que reposa junto a mi lecho?” Sorprendida, se decía. “¿Será capaz aquél de quien recibí tanto afecto?”. No podía hablar, no podía tocar, ni siquiera moverse. Solo sus ojos, siempre sus ojos, fueron llenos de vida por la lágrima de su amador. Despertó nuestro escultor enamorado, sintiendo una ráfaga de luz sobre su cuerpo, era el calor de su mirada. De un brinco se puso en pie, por poco se le sale el corazón. “He visto el Sol y sentí su calor a través tuyo”, le dijo a la estatuilla, aún congelada. Nunca más se quiso separar de ella, no comía, no dormía, ni siquiera se alimentaba. Le cantaba, le bailaba, versos de su inspiración le recitaba. Solo vivía para ella. La Bella, iba sintiendo cada vez más vida. Y es que de su cariño se alimentaba. Sin embargo, cosas del amor, él ya casi desfallecía. Cada latido de su corazón por ventura de Dios, insuflaba de espíritu al yelmo cuerpo. Iba apareciendo así la más hermosa criatura que hombre hubiese visto sobre la Tierra. Y él, extasiado en la belleza, que con tanto amor había creado, agotado ya y sin fuerzas, se dejó morir entre sus brazos. Ella, se quedó junto al cuerpo de su amado, estaba segura que con su amor, reviviría…

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